Una de nuestras cosas favoritas para hacer aquí en RFT es profundizar en los tesoros ocultos de la historia local. Es decir, no nos conformamos con contar anécdotas conocidas de la ciudad. Queremos incluso a los nacidos y criados Rosarino caminar con nosotros y alejarse sintiendo que han aprendido algo interesante sobre el lugar al que llaman hogar.
Es por eso que estoy escribiendo aquí hoy. Porque después de más de una década de residir en Rosario, después de poco menos de una docena de años, anoche aprendí algo nuevo.
El Dr. Katsusaburo Miyamoto, médico, botánico y veterinario japonés, fue ante todo un erudito japonés. Era un sabio polifacético que amaba la historia y, a su vez, hizo historia en más de una forma. Pero llegaremos a eso en un momento.
Habiendo llegado a Argentina en 1919, Miyamoto había sido contratado por el Ministerio de Agricultura para trabajar en el Instituto Bacteriológico. Si bien es muy recordado por su trabajo allí, tratando, curando y reviviendo plantas muertas o moribundas después de ser el primero en aislar con éxito la hormona vegetal auxesina, parece que su verdadera pasión no era la ciencia, sino la preservación de la vida. Su pasión siendo primero la esposa italiana, Carmelita Colombo, y segundo, la taxidermia. Durante años asombró a todos los visitantes de su hogar, con su verdadera «zoológico de animales» embalsamados con técnicas sin precedentes (y desconocidas). Lagartijas, escorpiones, tortugas, gatos y perros parecían desafiar el tiempo con una impresionante apariencia de vivacidad, manteniendo su peso, su apariencia y estatura, sus ojos abiertos y mirando con brillo en medio de densos bosques de cipreses, pinos y eucaliptos.
Sin embargo, al final, Miyamoto no es recordado por sus logros en la ciencia. Es por un acto que infringe las normas legales y culturales, un acto que, si se cometiera hoy, seguramente lo llevaría a la cárcel. Cuando se produjo la muerte de Carmelita Colombo en julio de 1959, Miyamoto se encerró en silencio en su domicilio de la calle Buenos Aires 1507 donde procedió con quizás uno de los mayores asombros científicos hasta la fecha: la preservación del cuerpo de Carmelita sin sustraer ninguno de sus órganos internos.
Miyamoto sumó el amor de su vida a su colección de animales exóticos para poder seguir viviendo junto al cadáver del gran amor de su vida.
Como prueba de este increíble caso, el cuerpo petrificado o momificado de Carmelita Colombo se exhibe en el Museo de Anatomía de la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario.